Había una vez un jardín oculto en
lo más recóndito de una montaña, un pequeño valle alejado del ajetreo, en donde
vivía un ermitaño que guardaba una intensa sabiduría, en aquel valle crecían las
más hermosas flores, quizá me atrevería a decirlo, del mundo.
Un buen día llego un joven con la
esperanza de encontrar la respuesta a una pregunta, tan simple y tan compleja a
la vez, que causaba un gran conflicto existencial en él, el joven no pronuncio
palabra alguna cuando el anciano ermitaño le dijo con solo ver la expresión de
su rostro.
La respuesta que buscas la
hallaras en una de las flores de este jardín, el muchacho se desilusiono un
poco pero comprendió algo y comenzó a arrancar flor por flor pétalo por pétalo,
así transcurrieron los días uno tras otro, así mismo las noches, sin descanso
solo para dormir un poco, tomar agua y comer un poco, el ermitaño no dijo nada
mas simplemente observaba, un día el joven agotado, con las manos sangrando y
lastimadas por tanto trabajar se quedo
pensando, esto es una estupidez una flor no contestará mi pregunta su
rostro se transformo, el ermitaño se acerco solo para susurrarle al oído: “Es
que no le has preguntado a la flor correcta”, en ese momento todo cobro sentido
el joven se levanto y dijo- ahora sé qué hacer, pero ya no queda nada en este jardín
que pueda ofrecer-
Tendrás que esperar a que vuelvan
a crecer
Entonces nunca sabré si me quiere-
alego el joven.
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